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martes, 8 de junio de 2010

Presiones y prioridades

Ha levantado mucha sorpresa en Italia -incluso alguna voz cabreada y resentida- la decisión de José Mourinho de dejar al Inter aún teniendo tres años más de contrato y tras ganar el equipo de Milán -lo digo con enorme alegría- liga, copa y Champion League.

Francamente, aunque hubiera preferido ver todavía a José sentando en el banquillo del Inter, no comparto esta sorpresa. En primer lugar, creo que, tal y como permite la ley, igual que un club puede prescindir de los servicios de un entrenador siempre y cuando cumpla con sus obligaciones económicas, el entrenador tiene el mismo derecho sin que eso suene a traición, máxime cuando existe una cláusula de rescisión que obviamente pagará el entrenador o el club que le contrata.

Mourinho llevaba mucho meses en silencio de prensa y no realizaba declaraciones que no fueran las obligatorias por normas UEFA. El técnico luso tomó esta decisión al considerar, no sin razón, que había recibido un trato injusto por parte de la prensa italiana. El entrenador estimó que, en vez de entrar cada dos o tres días en discusión o en conflicto con uno o más periodistas, la mejor decisión era no hacer declaraciones y limitarse a las ruedas de prensa obligatorias, hablando con el medio de prensa corporativo, en este caso con Inter Channel.

Aparte de este aspecto, me imagino que tendría la sensación de haber cumplido con lo máximo que se podía conseguir en el Inter y de estar destinado a bajar el nivel de resultados al año siguiente; ésta es siempre una fuerte motivación para que un entrenador ambicioso, que busca el éxito y no la comodidad, considere oportuno un cambio de aires aunque esté a gusto y pese a que pueda contar con un contrato muy importante como el que tenía el portugués.

Y nada mejor para él que un nuevo desafío y un reto como el de ir a un club donde es verdad que los triunfos tienen una repercusión sin igual, pero también no es menos cierto que resulta tan complicado triunfar que el porcentaje de entrenadores que salen tras una etapa exitosa es yo creo más bajo que en cualquier otro club del mundo.

Recuerdo una frase muy acertada de un veterano periodista que me impactó al oírla: "En el Real Madrid son noticia, por este orden: los fracasos, lo títulos y los partidos perdidos". Es decir, que los partidos ganados ¡ni adquieren el rango de noticia!

En todos los países, y en todos los deportes, la mayoría de los periodistas son profesionales intelectualmente honestos y que conocen suficientemente la materia de la que escriben, pero también en todos los países y en todos los deportes influyen intereses que también actúan, medios que pueden estar a favor de quien tomó la decisión de contratarle y otros que no y lo manifiestan atacándole, periodistas vinculados a anteriores técnicos y que pueden llegar a ver al actual como un usurpador, otros que por conocimientos o por elección no saben/quieren evaluar las causas, y sí solo los resultados...

En fin, hay que aceptar que existen otros muchos factores que influyen en la actitud de la prensa hacia un profesional que no tienen nada que ver con el trabajo que realmente desarrolla, pero que tienen un peso bastante importante si el club se deja influenciar por ellos (cuando no son los propios medios los que sirven de altavoz a pensamientos no declarables del propio club, que también ha pasado...).

Todos estas consideraciones, tras haberlas probado en mi etapa como entrenador del Real Madrid, me vinieron muy bien el verano pasado a la hora de concentrarme en mi trabajo y encerrarme con mis colaboradores y mis jugadores en un grupo muy unido y muy sólido después de esa etapa inicial de resultados y juego dubitativo que desencadenó una importante presión mediática alrededor de la Selección.

Como bien había aprendido, y en eso no hay mejor escuela en el mundo que la del Real Madrid, al fin y al cabo son los resultados los que mandan. Y los que hacen que los resultados sean mejores o peores son, en primer lugar, los jugadores y, en menor medida, los entrenadores. Sirve de poco ponerse en debate. Sirve de nada entrar en conflicto. Sólo importa concentrarse en la calidad del trabajo y en el desarrollo de las relaciones humanas dentro del grupo, mirando hacia adelante sin dar demasiada importancia a lo que se mueve alrededor. Si consigues que los jugadores "pasen" de estas distracciones y sólo identifiquen como el enemigo real al equipo rival, y a veces a las malas actitudes de tú propio equipo, lograrás que se centre en lo que es verdaderamente importante: ¡jugar bien al baloncesto!

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